El color es fundamental para el arte y la creación, no sólo como un elemento, sino también como una idea. A lo largo de los años, los artistas han afirmado que el color es sensación pura, lo han aceptado como una herramienta e incluso lo han denunciado como decadente y decorativo. Aquellos que detestan el color han tenido tanto qué decir al respecto, como aquellos que lo aman. El color es “diverso y divergente; fluido, elíptico y contradictorio; a menudo oscuro, esotérico o extraño; a veces divertido y completamente fascinante”. 1
Umberto Eco explica que el rompecabezas del color es cultural, ya que a medida que filtramos nuestras sensaciones y percepciones a través de la lingüística, se contaminan por la información cultural que dicta las formas en que interactuamos con el mundo. 2 Lo que significa que la interacción con el color está condicionada por la cultura y la historia que lo rodea. Por lo tanto, queda demostrado el argumento de Jean Baudrillard sobre los colores: que su significado deriva del exterior, por lo cual son simplemente metáforas de significados culturales establecidos. Esta tesis se cumple a medida que las jerarquías tanto estéticas como raciales se unen para crear un sistema que coloca ciertos colores, como el blanco, por encima de otros, cuyo significado se asocia a naciones, culturas y razas específicas como identificadores. 3
Se puede encontrar evidencia del prejuicio al que se ha sometido al color en Occidente desde Aristóteles, quien estableció la superioridad del blanco al abogar por su objetividad y conexión con la mente en oposición a los sentidos y el cuerpo.
Las estatuas y los templos de mármol blanco de la época grecorromana influyeron en la producción de capital artístico, y la admiración por su belleza y falta cromática se convirtió en una cualidad que los artistas buscaban en un esfuerzo por emular la “perfección”. Sin embargo, este ideal surgió de ruinas que habían sido despojadas del color que las decoraban y de estatuas de mármol que eran copias de originales griegos, las cuales se fundían en bronce. Durante el Renacimiento, los artistas buscaron inspiración en las sociedades griegas y romanas, por lo cual en un intento por revivir el clasicismo impulsaron la importancia de la unidad, el orden, la forma y la blancura. A principios del siglo XIX, el neoclasicismo resucitó una vez más las mismas ideas, repitiendo un ciclo enfocado en revivir el pasado y con él la percibida superioridad de la blancura. No obstante, esta narrativa histórica del arte no es el único aspecto responsable de los modos en que agrupamos, categorizamos y damos significado al color.
El primitivismo, al igual que el colonialismo, explotó a las culturas no occidentales en su búsqueda de inspiración. Aunque los artistas de este movimiento decían que tomaban motivos prestados de las culturas no occidentales para realizar sus obras, el pensamiento occidental consideraba el color, la identidad, el arte y las personas de estas culturas primitivas como “salvajes”, “sensuales y “otros” en contraposición a la racionalidad de la mentalidad occidental.
A finales del siglo XX, cuando el arte comenzó a tomar nuevas estructuras y explorar la suavidad en los materiales, el color industrial y la eliminación de la superficie pictórica plana, los críticos de arte y los defensores del formalismo atacaron cualquier tipo de producción artística que no fuera formalmente racional. Conforme este tipo de crítica permeó en la práctica artística, todos los “otros” — el color, lo primitivo, lo decorativo, lo femenino, lo suave — se convirtieron en temas y formas no deseadas y no aprobadas dentro del arte. El color y la irracionalidad se ataron entre sí, al igual que lo decorativo, lo femenino y lo primitivo se relacionaron con lo irracional. El “otro” se comenzó a interpretar como una influencia corruptora que tenía que ser controlada por la racionalidad superior del blanco, occidental y masculino.
“El color nos permite ver algunas de las formas en que clasificamos, ordenamos y agrupamos nuestras experiencias […] al igual que algunos de nuestros hábitos de pensamiento no expresados, algunas de nuestras preferencias y algunos de nuestros prejuicios culturales”. 5 En el arte contemporáneo, algunos artistas continúan apegándose a las nociones históricamente codificadas de las formas en que el color se ha definido y desplegado tanto teórica como funcionalmente. Mientras que otros buscan romper el molde, y emplean el blanco u “otros” colores para analizar o criticar las estructuras culturales que han influido en nuestra comprensión y uso del color.
La neutralidad del blanco, o el blanco como ideal estético, se ve reflejada en Sem titulo [Sin título] de Fernanda Gomes. La artista convierte lo desechado y lo perdido, los objetos mundanos ignorados o descartados de la vida cotidiana en frágiles construcciones que trazan las acciones del día a día. Al pintar su obra de blanco, y sólo de blanco, eleva el estado de lo que llama “cosas” mediante el uso de un color que interpreta como el más completo, lleno y receptivo. Course [Curso] de Robert Ryman forma parte de una exploración de toda la vida enfocada en las cualidades y posibilidades integradas en el uso del blanco. Su enfoque estricto eliminó las imágenes, el color e incluso la pincelada emotiva en un esfuerzo por reflejar su convicción de que cada detalle visible en una obra contribuye a la experiencia del espectador, incluida la pared blanca sobre la cual se apoya. Ryman se esforzó por crear una experiencia reverente de la pintura a través de “…un blanco [que] realza refinadamente la belleza, como si impartiera alguna virtud especial propia". 6 Obras blancas que se extienden hacia afuera y se convierten en parte de su entorno.
“El color amenaza —o promete— deshacer los logros de la “cultura”. Amenaza —o promete— el caos y la irregularidad. El color amenaza el desorden, pero también promete libertad”. 8 Aunque el color ha sido discriminado en una variedad de formas, técnicas, morales, raciales, sexuales e incluso culturales, también sirve como vehículo para la exuberancia subversiva, permitiendo hacer declaraciones radicales que desafían la raza, la clase y el gusto. Es precisamente a través del color que el arte occidental logra escaparse de los regímenes y jerarquías establecidas por el arte académico.
Texto de Adriana Kuri Alamillo, asistente curatorial.