Santiago Sierra aborda en su trabajo la relación entre la estética, la ética y la política. Sus obras a menudo señalan las condiciones de explotación, aislamiento y represión en las que viven muchos trabajadores o personas desfavorecidas dentro de los sistemas capitalistas. A través de la documentación de acciones y performances, su práctica vuelve visible las jerarquías de poder y clase que permean la sociedad, pero que muchas veces son silenciadas en la vida diaria. En este caso, el artista ofreció treinta dólares a seis jóvenes desempleados de la ciudad de La Habana por acceder a tatuarse una línea en su espalda. Esta acción pone en evidencia la situación en que vive una gran parte de la población de América Latina, forzada a aceptar cualquier condición laboral o arriesgar su cuerpo por un salario paupérrimo. La línea, el gesto más mínimo posible, también hace referencia a los movimientos artísticos de los años 60 y 70, el minimalismo y el arte conceptual, que en su mayoría se mantuvieron al margen de los problemas sociales y políticos de su época.