Las cosas nos devuelven mirada por mirada.
Nos parecen indiferentes porque las miramos con una mirada indiferente.
Mas para un ojo luminoso todo es espejo;
para una mirada sincera y grave, todo es profundidad.
– Gaston Bachelard
Ensayo aquí una lectura de obras de la Colección Jumex que, más que ofrecer respuestas, evoca umbrales desde los cuales es posible explorar lo íntimo, lo visceral, el paso del tiempo y lo afectivo como gestos sutiles y profundos que emanan de la materialidad de los objetos, incluso en medio de la multiplicidad de estímulos que nos atraviesan. Esta selección se presenta como una serie de derivas abiertas, donde el cuerpo y la propia materialidad de los objetos invitan a la presencia y a la escucha activa, permitiendo que el aliento de la imaginación emerja en formas insospechadas.
En este presente-futuro que transitamos, en el que los días se deslizan a través de nuestras pantallas, prestando poca atención a la fragilidad siempre latente de nuestro planeta, me pregunto si es posible situar nuestro cuerpo, detenernos y observar la profundidad de lo que subyace más allá de lo inmediato. Podríamos prestar atención al entramado de gestos que sostienen la vida más allá de su belleza material y, acaso, encontrar en las prácticas artísticas una suerte de balsa, tejida de afectos, memorias y deseos, para transitar a la deriva en estos tiempos.
El surrealista André Breton afirmaba que los objetos podían encarnar deseos y necesidades inconscientes, moldeados por el yo, proyectados hacia el exterior. En este sentido, la porosidad del quehacer artístico y la lectura del mundo de cada artista podría ser el recipiente, contenedor de la potencia que guarda una semilla en tiempos de siembra. Tal vez en las fibras apenas visibles de la materia habite aquello que impulsa otras formas de pensamiento, otras maneras de imaginar rutas para transitar la complejidad del presente.
Otras artistas como Judy Chicago, Heidi Bucher o Nancy Holt recalibraron la experiencia del cuerpo y su organicidad; cuestionaron los estereotipos asociados al cuerpo femenino y exploraron, casi de forma mística, la corporeidad en tránsito por el espacio abierto. Su trabajo aportó una porosidad sugestiva a movimientos posteriores como el posminimalismo, el Land Art y el conceptualismo, del cual como señala la teórica y crítica de arte Lucy Lippard: “fue en gran medida un producto del fermento político de aquella época que llegó relativamente tarde al mundo del arte”.
Esta desmaterialización del objeto artístico expandió los paradigmas de la escultura moderna en un momento especialmente fértil en el que se tejieron sinergias entre prácticas artísticas y movimientos sociales, como la guerra de Vietnam, la segunda ola del feminismo y el movimiento de liberación sexual. Además, lenguajes como la literatura, el cine y el performance permearon en la forma de imaginar y encarnar posibilidades políticas y afectivas, cuya resonancia incluso permanece en el arte contemporáneo.
A primera vista, impone la ferocidad de una enorme jaula de seguridad hecha de púas y rígidos hilos de acero. Al observar de cerca la meticulosa labor artesanal con que diminutas cuentas de vidrio de Bohemia recubren por completo la pieza, la trama metálica adquiere un aire de sutileza, invirtiendo la narrativa. Este dispositivo violento de captura es ahora sometido por elementos delicados, frágiles y diminutos apelando a un cuidado desde la suavidad, la ternura y el afecto.
De este modo, la instalación no solo acentúa la delicadeza del entramado de sus materiales, sino que en sus fibras rígidas resguarda una dimensión social y ética que cuestiona la violencia de los sistemas de confinamiento, proponiendo una poética de subversión frente a las estructuras de represión.
El trasfondo de esta selección de piezas —realizadas con una delicadeza casi ritual— contiene una potencia que reside en la porosidad de sus bordes; en el encuentro con otro cuerpo igualmente poroso y sensible. Desde el umbral que estas materialidades evocan, emergen derivas poéticas que sugieren nuevas formas relacionales de hacer mundo, con otros cuerpos, humanos y no humanos; donde el quehacer artístico funciona como una balsa capaz de mantenernos a flote y navegar las incertidumbres del Antropoceno.
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